domingo, 17 de febrero de 2008

¿Racista yo?

El otro día quedé con algunos de los ex compañeros de la universidad para comer. El reencuentro, que fue casi improvisado, no fue trascendental, tampoco han pasado tantos años, y de casi todos los asistentes tenía noticias frescas. Sin embargo, la conversación, las caras y los gestos, me permitieron sufrir en primera persona las pérdidas a las que nos condena el paso del tiempo. Nadie hablaba de la última fiesta que se había pegado, ni de la última borrachera, hablábamos de trabajo, de los hijos, del mundo. Era una reunión de personas adultas que todavía comparten algo, una vocación, una parte de su vida....... .Uff! y de pronto, sin quererlo, por más que intentes evitarlo, aparece el recuerdo de aquel tiempo pasado, que ahora, parece mucho mejor, de los días en los que compartíamos apuntes, nervios por los exámenes, y cenas a final de curso.
En aquel momento también me di cuenta de lo injusta que es nuestra sociedad. Éramos seis personas, razonables, "inteligentes", algunas, incluso progresistas, y sin embargo, toda la nostalgía y el buen rollo que me había embargado en el primer momento se acabó cuando, a propósito de la escolarización del hijo de uno de los compañeros, surgió el recurrente tema de la inmigración. Desde luego nadie se atrevió a etiquetarse de racista, ni siquiera a reconocer que no le gustaran los inmigrantes (pobres, eso sí, los belgas y los ingleses que invaden la costa alicantina no son inmigrantes), pero existió casi unanimidad al reconocer que no matricularían a su hijo en un colegio público donde hubieran más inmigrantes que españoles. Los motivos, que suenan más a excusas demagógicas y facilonas, dignas del peor Arias Cañete, iban desde la falta de nivel académico en los extranjeros, al vulgar y triste argumento de "es que están en su país y la mayoría de sus compañeros son extranjeros y tienen otras costumbres, no es lo mismo". Escuchando tan poderosa argumentación las conclusión a la que llegó es que Rajoy no es más imbécil que la media, es inversamente proporcional a la media. Con tales pistas me da por pensar que tal vez algunos quieran que el contrato de sumisión a las costumbres nacionales, debe ser suscrito no solo por los inmigrantes pobres mayores de edad, sino también por los niños, que deberán comprometerse a almorzar bocadillo de choped y no una torta de maiz, por ejemplo. Lo del nivel casi es peor excusa, los conocimientos académicos de un niño de tres años de Ecuador y los de un madrileño de ocho generaciones deben ser muy parecidos, al menos eso creo que yo. En fin aquí dejo testimonio de la frase que ha presidido mi mesenger esta semana: ¿Racista yo? que me registren!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Por alusiones, estoy obligado a hacer un comentario. Estuve en la comida. Soy rojo. Rajoy no es que me caiga mal, es que me da risa. Y después de darle vueltas al asunto, me reafirmo: no es un tema de racismo. Es un tema cultural. El compañero que se negaba a llevar a su nano a un cole lleno de ecuatorianos, por ejemplo, no lo decia por el hecho de que fueran extranjeros, sino por un asunto cultural. Vive en Valencia, no en Guayaquil. Y considera más oportuno que su hijo se eduque en la cultura "española" (qué mal suena) y no en la ecuatoriana. Y me parece lógico. Prometo que el dia 9 de marzo no voto al de la barba. Un beso, mamá Bea! Jonsampietro

Maitena dijo...

a mi me encantaria que dentro de unos años llegase mi nieto y me dijese, iaia por que no tomamos un mate.